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Cristina Gracia Tenas: Así lo viví... Así os lo cuento

Entrevista

Cristina nace en Barcelona y pasa en esa ciudad la mayor parte de su vida. Tras sus estudios se pone a trabajar en un laboratorio y su vida laboral transcurre entre encendedores, probetas y tubos de ensayo. La familiar, entre su marido, sus hijos y la casa. Los días pasan, los años corren inclementes.

Tras una de las curvas del camino, se encuentra de frente con el miedo. Lo mira directamente a los ojos y en esas aguas oscuras, a lo lejos, cree entrever la barca de Caronte.

Sabe que no es un juego que se resuelva mezclando en el matraz los líquidos. Y se agarra a la bandera de la vida con mucha más fuerza que la invertida tiempo atrás, cuando luchó por los derechos de sus compañeros y ganó.

Tras su jubilación siente que la calma de los días y la rutina de las horas la ahoga. Solo hay una manera de escapar del hastío: organizar el tiempo. Con fuerzas renovadas comienza a comerse el mundo: A llenarse de actividades: Yoga, piscina, caminatas y le entra el gusanillo de la escritura.

Desde niña fue una lectora constante. Acompañó al Quijote y lo vio luchar de lejos contra los molinos de viento. La misma luna de Espronceda hundiéndose en el mar y, llenado de plata y azul las olas, brilló en sus ojos.

Toda aquella literatura de la escuela la fue impregnado de palabras sin que se diera cuenta. Y justo ahora, empiezan a quejarse dentro y piden ser devueltas al papel. ¿Pero cómo?

Y comienza a visitar cursos, a escribir pequeños relatos. Un buen día cuando se levanta de la cama, enseña triunfante “Así lo viví... Así os lo cuento”, la primera novela de Cristina García Tenas.

Nicolás Puente: —Cristina, buenas noches.
Cristina Fracia Tenas: —Muchas gracias por la presentación.

N.P.: —Lo importante es que te sientas reflejada y que hayamos acertado un poco en desgranar momentos de tu vida.
C. G.: —Sí, bastante.

N.P.: —Vamos a empezar comentando tus inicios. A mí me interesa más que el libro, —que lo puede leer cualquiera—, encontrar el interior del autor, en este caso el de la autora. ¿Quién es Cristina?
C.G.: —Yo me defino básicamente como una luchadora. He tenido que luchar siempre en el frente de la vida. Tuve una infancia complicada con mi madre enferma y mi padre enfermo. Luego he tenido problemas de salud que han sido importantes. Creo que se me puede definir como luchadora. Soy una persona muy extrovertida, dicen que simpática; sincera, básicamente muy sincera. Eso no a todo mundo le gusta.  Tengo que reconocer que durante mucho tiempo he dicho todo lo que pensaba, luego de mayor he puesto un filtro. De vez en cuando se me cae el filtro, lo vuelvo a poner. Pero básicamente mi sinceridad y mi lucha es lo que más me  caracteriza.

N.P.:—¿Cuándo empezaste a escribir y qué te motivó a ello?
C.G.: —Básicamente lo que has dicho un poco antes. Yo llevaba más de cuarenta y un años trabajando en una multi-nacional de productos químicos como técnico de laboratorio. De golpe empecé a tener problemas a la hora de andar, tenía muchos dolores en una rodilla y la empresa me ayudó a conseguir una invalidez. De hecho, no estoy jubilada todavía, me encuentro en una invalidez. Esta incapacidad no me permite estar de pie todo el día. En un principio me lo tomé bien. Pensé:  Cristina has cotizado muchos años, un descanso no te va a ir mal. Pero me pilló con 57 años y tras la ope-ración y la convalecencia, se me cayó el mundo encima. Tardé un tiempo en recupérame y cuando ya estaba res-tablecida empecé a buscar cincuenta mil cosas para poder distraerme y ocupar las horas. Tantas actividades hice que a final del primer año decidí que me estaba pasando porque vivía en un estrés total y terminé quedándome con lo que necesitaba, lo que era básicamente salud: piscina, andar, un poco de meditación para tranquilizar mis ánimos y escritura creativa. Hice varios cursos. Siempre en el Centro cívico del barrio. No fui a hacer nunca una cosa importante. Así empecé.

N.P.: —¿Tienes algún momento o algún lugar especial para escribir? Necesitas la luz de la mañana o el silencio de la noche cuando todo está en calma, estar sola, escondida en un rincón…
C.G.: —Básicamente soy nocturna, a partir de las doce de la noche. Cuando todo está en silencio y mi lugar es en el salón. Tengo un sillón de estos que te ponen los pies en Le encargué a un carpintero una tabla para poner sobre los reposabrazos y encima de ella pongo mi ordenador portátil. Ahí me pueden dar las dos y las tres de la mañana cada día. No solo escribo, también leo, que sigue siendo mi pasión. Pero es el momento del día en el que mejor me siento. No quiere decir que no pueda hacerlo a otra hora si me asalta una idea de repente. Pero mi hora es a partir de las doce de la noche.

N.P.: —¿Tienes algún tic especial, necesitas una taza de café o de té o algo? Fumar sé que lo has dejado.
C.G.: —Tampoco hubiera fumado escribiendo. Siempre fumé en la cocina sacando la cabeza por la galería. En mi casa nadie más fumaba. En el comedor no lo hice nunca. No, no tengo ningún tic. A veces como un par de galletas antes de empezar, pero creo que más por hambre que por un tic.

N.P.: —¿Cómo te definirías a ti misma como autora?
C.G.: —Como aprendiz de escritora. No me considero todavía escritora. Sinceramente estoy aprendiendo. Creo que he sido muy lanzada en publicar la primera novela, porque soy una aprendiz y ya está.

N.P.: —¿Tienes el mismo gusto a la hora de escribir que a la hora de leer?
C.G.: —De momento diría yo que no. Leo de todo. Las cosas que he escrito todas son diferentes. No tengo un tema predilecto ni para leer o para es-cribir. En principio no. Si me decantaré más ade-lante por un tema determinado, ahora no lo sé.

N.P.:—Estamos inmersos en medio de una pandemia y una pregunta obligada es: ¿Te ayuda a ti, el hecho de la pandemia, a escribir más o es un impedimento?
C.G.: —Te diré que, al principio del confinamiento, como recibí una carta del hospital de San Pablo, porque yo después de que me dieran la invalidez, en el año 2019, tuve cáncer. Aquí aprovecho para decirle a todas las mujeres que, si se coge a tiempo y te revisas, se sale de esta. Tenía que decirlo porque aquí estoy, sana y bien. A comienzos del confinamiento recibí una carta del hospital de San Pablo diciendo que se me consideraba persona vulnerable porque no hacía ni un año que había acabado con la quimioterapia. Entonces cogí una novela que había empezado a escribir antes de publicar “Así lo viví…, Así os lo cuento” y la retomé. Durante el año que tuve de tratamiento de quimio y radio, no escribí nada más que un diario en el que reflejaba lo que me estaba pasando y lo que estaba viviendo, pero más por terapia que por nada más. Durante todas esas cinco o seis semanas, no recuerdo cuanto tiempo fue, en el que no pude salir a la calle, no paré de escribir, adelanté muchísimo. Casi la acabé. Escribía a todas horas. Ahí no era solo por la noche, era todo el día porque me aburría muchísimo y me entró la inspiración. Ahora, en estos momentos ya me estoy agobiando bastante con el tema del Covid. Soy una persona muy sociable: me gusta salir, me encanta viajar, me encanta encontrarme con mis amigos y todo eso no existe. Sigo escribiendo, sigo haciendo cosas, pero no al mismo ritmo que al principio.

N.P.: —¿Tienes algún truco para escapar de la hoja en blanco?
C.G.: —Me ha pasado solo una vez y lo único que hice fue ponerme a leer. No me ha pasado más. Como no me considero escritora, sino una aprendiz, que me quede en blanco me parece muy normal. Pero solo me ha pasado una vez.

N.P.:—Ente tu novela y tu nieto hay una relación, nos puedes contar por qué. Es una anécdota bonita.
C.G.: —Sí, de hecho, le dediqué el libro a Pol, que es mi nieto. La anécdota es que mientras yo escribía esa novela, él se estaba formando en el vientre de su mami. La misma semana que firmé con la editorial nació él. Como en las últimas páginas del libro, en los agradecimientos, doy las gracias a muchísima gente que confiaba en mí y que me animaba a publicar y que me empujó a dar ese paso y que me apoyaron y tal, pensé que para él tenía que ir la dedicatoria del libro. Y supongo que el día de mañana me hará gracia que lo vea y que vea que su yaya le dedicó su primer libro.

N.P.:—Seguro que estará muy orgulloso de la yaya, de la abuela.
C.G.: —Es muy pequeñito todavía.

N.P.: —Bueno, pero el tiempo pasa rápido.
C.G.: —Eso sí.

N.P.: —Tu primera novela es “Así lo viví… Así os lo cuento”. ¿Puede explicarnos de forma breve de qué trata?
C.G.: —Son cuatro hermanas que, a petición de una persona, de la mujer del padre de ellas, —la segunda mujer—, las invita a poner por escrito sus recuerdos. Todas tienen visiones diferentes de la etapa de su niñez, de su adolescencia muy marcada por la enfermedad de su madre. Cada una la vivió y la sintió a su manera. Esta mujer las anima a que la pongan por escrito y que se vayan al pueblo donde nació su madre, a Tesalónica. Que se lo tomen como unas vacaciones y que hablen entre ella y comenten lo escrito. Allí se encuentran con un primo lejano que no conocían. Lo que tenía que haber sido una semana de diversión se cambia cuando empiezan a salir secretos, mentiras, reproches y muchas cosas más. Todo acaba como el rosario de la aurora.

El resto de la entrevista lo podemos encontrar en este enlace.