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Manuel Neto dos Santos

Poeta, actor, declamador, traductor. Nacido en Alcantarilha (Silves-Algarve) el 21 de enero de 1959. Activista cultural desde la adolescencia. Una figura ineludible en la poesía portuguesa moderna. Autor de una importante y polifacética obra poética, gran parte de la cual aún no ha sido publicada. En las 32 obras ya publicadas se refleja su esencia lírica y terrenal, que nos remite a una clara y llamativa ascendencia árabe-andaluza, en el claro sensualismo, ritmo y luminosidad de las narraciones. La riqueza de todo un léxico lingüístico unida a una frescura de "voz poética" tan libre, única, tan universal.

En el plan general de su obra, se trata de un autor cuya profunda intuición poética es un constante retorno a la infancia por la permanente y obstinada labor imbuida de un lirismo clarividente. En el dominio del verso blanco, en un profundo rigor de la lengua materna, encontramos una escritura desenvuelta Poeta de la realidad interior, la vocalidad íntima de sus versos tiene el pulso de la vida a través de una voz y registros confesionales en una clara identificación con el entorno, de la soledad vivida, el tono melancólico y al mismo tiempo el vértigo creativo.

"Es hoy una mayor presencia de la poesía portuguesa". "Todo un poeta en una poética mayor, metafísico-existencial. El lirismo, todo ello difuso, reflejando emoción y sentimiento, se puede ver en su ya vasta obra, donde el lado intuitivo logra aprehender algo de las experiencias efímeras y superficiales de un carácter comocional, de intenso tono afectivo, donde la ruptura de lo impresionable se combina con la de lo intuitivo. Como gran poeta, Neto dos Santos nos revela su tendencia a situarse fuera de toda temporalidad en clara conexión con las profundidades viscerales de la tierra y sus seres, con los insondables misterios de la vida, nuevos, inquietos, subversivos."

Dr. José Varela Pires.

sangre de nubes final

Mi canto es una audacia estraña ante la muerte, sin arrepentimiento ante lo que sea. Ir al sabor de los viajes como se atravesan los mares de nuestra monotonia y los devaneos golpean, furiosos, contra el casco del sueño, deshechos en la brevísima eternidad de la esperanza.

Mi canto es una audacia recorriente pues ser nosotros mismos exige al fondo, exige de nosotros el abandono:

Parpadeante, aíun, en mi pecho la memoría de una extinta luz.

Mi canto es una audacia estraña como el deleite de mirar, al final del dia, el cielo a derramarse en un bermellón de nubles. Agnóstico que soy, mi canto es una venerada iglesia.