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Verdades Ocultas

Narraciones de la Comunidad

Allí estaban las dos, de pie, delante de la tumba de su madre. Había finalizado el entierro.  Tras la marcha de los amigos que las acompañaron, estaban ya solas.

El fallecimiento fue repentino e inesperado. Magalí aun no salía de su asombro. Hasta el día anterior, su madre no dejó de realizar sus rutinas. No hubo ninguna señal que advirtiera el fatal desenlace.

—No ha sufrido — le dijo el médico—. Ha sido un derrame cerebral fulminante ha muerto mientras dormía.

—Pero, si estaba bien… ¡Si era joven todavía! —lloraba Magali destrozada por el dolor.

—Estas enfermedades son silenciosas, no avisan. ¿Has llamado a tu hermana?… No es bueno que estés aquí sola.

—No sé cómo se lo voy a decir. Me da miedo su forma de conducir y si se pone nerviosa volará. No podría soportar que le pasara algo.

—No le digas la verdad. Dile que habéis pillado un virus y tenéis mucha fiebre —le recomendó el buen hombre.

El Dr. Asensi, las había visto nacer a las dos, como a la mayoría de todos los niños de Vilanova de Frissas. Sentía un especial aprecio por Magali. El pueblo se había ido poco a poco despoblando. La gente mayor fue falleciendo y la juventud, en su mayoría emigró a las ciudades. Pero ella, se quedó con su madre. Era maestra de primaria en la escuela de Roda de Ter, población cercana. A ella acudían los niños de los diferentes pueblecitos en los que las escuelas habían cerrado por falta de alumnos

—Neus...

—Hola hermanita ¡Qué alegría oírte! Os iba a llamar esta noche. ¡Vengo este viernes para pasar unos días con vosotras!

—¿Podrías venir hoy? Mamá se ha puesto… enferma y creo que he cogido el mismo virus. ¡No me tengo en pie!

—¡Claro! ahora mismo pido permiso y voy para allí. Métete en la cama, ¿Tienes fiebre? ¿Has avisado al doctor Asensi?

—Sí, sí. Sobre todo, no corras, ten cuidado.

Neus colgó el teléfono con un poco de aprensión. Apresuradamente, fue al despacho de su jefe, llamó con los nudillos y entró sin esperar respuesta. Estaba preocupada, conocía lo suficiente a su hermana como para intuir que no era un simple virus. Tanto su madre como Magali, eran dos mujeres fuertes.  No la hubieran llamado por un poco de fiebre.

—Ernest, me tengo que ir al pueblo, mi familia me necesita…Mi madre y mi hermana están enfermas.

—Ve, no te preocupes. Llámanos para decir cómo están y no corras... te pesa demasiado el pie encima del acelerador, nos conocemos.

Neus era secretaria en un laboratorio de investigación farmacéutica desde hacía varios años. Se casó, pero al cabo de tres años se separó de su marido. No tuvieron hijos. Tras el divorcio se desmadró bastante. Abundaron los novios pasajeros y las relaciones de aquí te pillo y aquí te mato.  No solían durar más de una noche. A pesar de eso... tenía una vida plena, llena de amigos, viajes, hobbies y cultura. Y luego tenía a su corta familia, su madre y su hermana. Las adoraba y siempre que podía se escapaba unos días para estar con ellas.

Paso por su casa, metió cuatro cosas en una bolsa y se fue pitando. A pesar de la advertencia de Magali y de Ernest, se plantó en el pueblo en un tiempo récord. Al llegar, no pudo aparcar como de costumbre. La calle estaba llena de coches y la puerta de su casa, abierta. Corriendo, entró llamando a su hermana a grito pelado.

—¡Magali! ¿Dónde estás? ¡Mamá!

La mejor amiga de su madre, Fátima, la cogió del brazo. Al mirarla y ver a toda la gente que había allí congregada, supo la verdad. No hizo falta ni una palabra.

—Neus... ven —le dijo su hermana que salió al escuchar sus gritos—. No te he querido decir la verdad para que no vinieras corriendo y nerviosa. Pero, no ha servido de mucho... ¿has volado?

—¿Dónde está mamá?

—En su habitación. Vamos... parece que esté dormida. No ha sufrido… ¡Ha sido fulminante!

Las dos hermanas se sentaron en la cama, una a cada lado de su madre. Magali estaba algo más calmada, pero Neus arrancó a llorar sin consuelo. Unas vecinas la vistieron con sus mejores ropas y realmente parecía que estuviera durmiendo plácidamente.

Fue una tarde horrible. Vinieron de muchos sitios a darles el pésame. Gente que ni siquiera conocían, pero indudablemente ellos conocían a su madre.

—Lo siento muchas hijas —les decían abrazándolas y besándolas.

—Cuando nos lo han dicho, no nos lo podíamos creer —comentaban otros.

—Pero si era joven y fuerte —suspiraban algunos.

—Setenta y nueve años… ¡No es justo! No estaba enferma —se dolía Fátima.

Al día siguiente, después de la misa y a la que asistió mucha gente, como no tenían más familia, la enterraron en la más estricta intimidad. Solo estaban ellas, el médico y Fátima.

Poco a poco, cogidas de la mano fueron acercándose al coche de Neus. Esta no seguía llorando sin consuelo desde la terrible noticia. Magali estuvo más serena, pero cuando se sentó en el vehículo se vino abajo. Estuvieron abrazadas durante mucho rato hasta que las dos consiguieron serenarse. Luego se dirigieron hacia su casa, sabían lo duro que sería entrar y no ver a su madre con los brazos abiertos, dispuesta como siempre a mimarlas.

Fátima, preparó una olla con caldo y una tortilla de patatas. Varias vecinas les trajeron diferentes viandas y postres.

—¿Qué vamos hacer con todo esto? —preguntó Neus.

—Para empezar, nos haremos una sopa y comeremos algo. No has comido nada desde ayer.

—Tengo el estómago cerrado... soy incapaz.

—Venga Neus, te necesito fuerte, así que, ayúdame. ¿Qué te apetece más? Lo otro lo guardamos en la nevera o lo congelamos. Las pastas las meteremos en latas sino se estropearán. Y deja ya de fumar. Lo haces compulsivamente, ¿no te das cuenta?

Obedeció sin rechistar. Lo que su hermana mayor decía era una orden para ella. se llevaban diez años, para Neus… Magali era su segunda madre. Tomaron un plato de sopa bien caliente.  Las templó y comieron un poco de pollo rustido. Abrieron una botella de vino y brindaron por la difunta.

— ¿Y ahora qué? —preguntó Neus.

—Pues ahora... estamos solas.

—Y tú aquí... y yo en Barcelona. No puede ser.

—Pues es así, cada una tiene su trabajo.

—Podrías pedir un traslado... venirte a vivir conmigo. Me encantaría poder viajar contigo, presentarte a mis amigos, ir al cine y al teatro juntas. Nunca nos sentiríamos solas.

—Pero Neus... Barcelona... A mí me gusta el pueblo. No sé si me acostumbraría al bullicio de la ciudad. Aquí tengo mi vida.

— ¿Qué vida? Mamá ya no está, esta casa es demasiado grande para ti sola, a la larga se te caerá encima. Y yo me voy a pasar el día preocupada sabiéndote aquí, sola, sin compañía.

—También me podría estar preocupando yo por ti. Vives en Barcelona, lejos de mí, y no pienso empezar ahora, aunque mamá ya no esté. Además, tengo a mis niños, mis compañeros, mis libros…

—No es lo mismo.

— ¿Ah no? ¿Y por qué?

—No sé... porque no es lo mismo.  Te lo digo yo.

Las dos se miraron y se echaron a reír.

A la mañana siguiente, Neus llamó a Ernest.

—¿Sería un problema muy grande si me cojo unos cuantos días de vacaciones?

—No, lo que necesites. ¿Estáis bien? ¿Necesitáis algo?

—Estamos muy tristes y sin ánimos de nada. Estoy intentando convencer a mi hermana para que pida un traslado y se venga a vivir conmigo. Me da mucha pena dejarla aquí sola.

—Y ella ¿Qué dice?

—Que no. No ve su soledad. Se aferra a sus alumnos y también los tendría en Barcelona.

—Quizás es demasiado pronto para tomar una decisión así. A lo mejor, necesita tiempo para darse cuenta o no... Siempre ha vivido allí. Tiene sus rutinas, como tú aquí.

—Sí, tienes razón, pero voy a insistir un poco más. Procuraré no hacerme pesada, pero estaría mucho más tranquila si la pudiera convencer. Además, quiero ayudarla a poner un poco de orden en las cosas de mi madre.

Esa tarde se presentó Fátima en la casa.

—¿Cómo van los ánimos chicas?

—Pues no muy bien, he dormido fatal —le contestó Magali—. He tenido unas pesadillas...

—Es normal, todo duelo lleva su tiempo. A parte de venir a veros, os traigo este sobre. Hace tiempo que me lo dejó vuestra madre. Me pidió encarecidamente que no os lo entregara, sino era por su fallecimiento. Bien, aquí lo tenéis. Me voy, ya volveré mañana. Os dejo tranquilas, ignoro su contenido, pero si os puedo ayudar en algo... ya sabéis donde estoy.

Las dos, se quedaron de piedra mirando aquel sobre de color sepia. Estaba encima de la mesa. Se miraron extrañadas. Magali tomó la iniciativa y se puso a leer.

Queridas hijas, si estáis leyendo esto es porque ya no estoy con vosotras. Ahora debéis estar tristes, el tiempo lo cura todo. Llegará el día en que recordéis los buenos momentos. Los vividos juntas. Os he querido con toda mi alma y me he sentido también muy querida. Hubo momentos difíciles. Ya sabéis... Tú, Magali los sufriste más. Neus, a su manera, también pasó su duelo. A partir de aquel día, las tres volvimos a nacer. Me siento muy orgullosa de haber conseguido convertiros en dos mujeres maravillosas. El testamento está en una notaría de Roda de Ter. Dentro del sobre está la tarjeta con la dirección. Todo lo he dejado a partes iguales. Me gustaría que conservarais la casa, pero hacer con ella lo más conveniente para vuestros intereses. Os quiere

Mamá

—No entiendo por qué le dejó este sobre a Fátima. Con mencionarlo algún día, estando juntas habría sido suficiente —dijo Neus extrañada, volviendo a coger otro cigarrillo.

—Yo tampoco. No dice nada del otro mundo, por un momento he pensado...

—¿Qué has pensado?

—Nada, nada, cosas mías…

—¿Cómo qué cosas tuyas? cuando se empieza a hablar se acaba, suéltalo.

—Pensaba que iba a decirnos algo de papá. Y solo ha hecho una insinuación.

—Bueno... papá se fue y no volvió. Nunca más supimos de él. ¿Estará vivo? —preguntó Neus—. En ningún momento se me ha ocurrido pensar en él. ¿Tendríamos que haberle buscado para avisarle?

—¿Avisarle? ¡Pero tú estás loca! —le chilló Magali con los ojos desorbitados.

—Bueno mujer no te alteres, solo ha sido un comentario... No entiendo porque te has puesto tan violenta.

—La realidad, Neus, es que tuviste suerte. Entre las dos te pudimos proteger y solo te dolió su repentina marcha. No sufriste el calvario que significaba convivir con él.

—Pero ¿De qué hablas? Papá nos dejó y yo estaba muy triste, ¿Por qué sufríais?

— ¿En realidad no te acuerdas, de los gritos, las peleas y las borracheras de papá?

—Vagamente... conmigo siempre era cariñoso —dijo sonrojándose y volviendo la cara.

— ¿Cariñoso? ¿En qué sentido? Nunca lo fue. Neus mírame, ¿Cuándo fue papá cariñoso contigo?

Neus salió corriendo de la cocina y se fue de la casa dando un portazo.

"No, por favor, no puede ser. Pensaba Magali inquieta, con ella no, que solo sea mi imaginación".

Aquella noche, cenaron en silencio. Magali no quiso volver a sacar el tema. Ya tendrían ocasión. Neus se quedaba un par de semanas con ella, tendrían tiempo para hablar.

—Mientras has estado fuera llamé al notario. Tenemos hora para mañana por la tarde, pero si quieres que esperemos lo podemos aplazar.

—No, cuanto antes sepamos el contenido del testamento mejor. Iremos tal como has quedado. Mañana por la mañana... ¿Te ves con fuerzas para empezar con las cosas de mamá? No quiero irme a Barcelona dejándote con todo por hacer, —le dijo Neus suavemente.

—Sí, en caliente es mejor. Luego nos dará más pereza.

Después del desayuno entraron en la habitación y empezaron con el armario. Fueron metiendo en bolsas, la ropa que estaba más deteriorada y separaron encima de la cama algunas prendas para ofrecérselas a Fátima. La mujer era de una complexión muy parecida a su madre. Luego, siguieron con los zapatos y con la ropa interior.

—¿Qué quieres hacer con la ropa de cama y las toallas? —le preguntó Neus a Magali.

—No quiero nada, ¿Quieres tú alguna pieza?

—Yo ya tengo lo que necesito, no quiero llenar la casa de cosas duplicadas.

—Pues a la bolsa... ¿Puedes alcanzar esa caja? —le preguntó.

Magali era más alta.  Aun así, se tuvo que poner de puntillas para alcanzarla. Estaba llena de polvo, cosa extraña. El resto permanecía impoluto. Aquella caja no se había abierto en años. La pusieron en el suelo y se sentaron junto a ella. Al abrir la tapa se encontraron con varios sobres y algunos álbumes de fotos. Dentro de un saco de terciopelo negro, encontraron una llave grande y roñosa.

—¿Sabes de dónde puede ser? —le preguntó a Magali—. Ésta, la miraba fijamente.

—Es del sótano. Mamá sacó de allí todo lo que pudiéramos necesitar y cerró la puerta para siempre. Nunca más bajamos.

—¿El sótano?... No lo recuerdo, ¿Dónde está esa puerta?

—Detrás de la alacena de la cocina.

—Bueno, ya bajaremos un día de estos —dijo apartando la llave y poniéndose a mirar el resto de cosas.

En los álbumes no encontraron ni un solo retrato del padre. Todas habían sido recortadas. Su madre se las ingenió, para hacerlo desaparecer haciendo composiciones con celo en las que solo aparecían ellas tres. También salía Fátima en alguna de ellas. La dos se miraron, pero no hicieron ningún comentario. El resto eran los títulos de propiedad de la casa y de los terrenos adyacentes. En un sobre, encontraron una docena de fotos antiguas.  Magali las reconoció rápidamente.

—Son nuestros abuelos, no sé porque decidió quitarlos de los marcos y meterlos en este sobre —le dijo a su hermana.

—No recuerdo haberlas visto nunca.

Neus las cogió dejándolas al lado de la llave.

Dentro de una pequeña caja de latón, estaban el libro de familia, el carnet de identidad y el pasaporte del padre y alguna carta antigua. Todo lo apartaron para mirarlo más tarde.

— ¿Se fue sin documentación? — preguntó fumando como una chimenea.

—Eso parece...

Esa misma tarde visitaron al notario en Roda de Ter. La notaría estaba en un edificio antiguo y lúgubre. El dueño era un hombre pequeño, barrigón, mal carado y muy parco en palabras.

—Hagan el favor de sentarse —les dijo con un tono de voz desagradable—. Así que ustedes son las hijas... Pues no perdamos el tiempo y leamos el contenido del testamento.

Magali y Neus se miraron desconcertadas ante la poca amabilidad de aquel hombre

—A ver... El testamento está fechado en 2001 y posteriormente no ha habido ningún cambio. Todo lo ha repartido a partes iguales para las dos. La casa y los terrenos adyacentes. Hay una caja de seguridad en el banco de Sabadell. Aquí, está la llave —dijo mirándolas inquisitivamente por encima de las gafas—. Ya está.

—¿Ya está?

Magali, sorprendida, miró a su hermana. No se esperaba esa pregunta.

—Sí eso es todo. ¿Qué más quiere? ¿Le parece poca cosa?

—No lo digo por la herencia. Lo digo por su poca ética profesional y su poco tacto. Sr. Bertrán ¿es usted siempre así de borde con todos sus clientes?

—Con todos los que no son agua clara, y su madre para mí, no lo era.

—¡Cómo se atreve! ¿Por qué dice usted eso?

—Siempre me pareció muy extraño su testamento. Absolutamente todo lo deja a ustedes dos, cuando su padre aún puede seguir vivo. Legítimamente es suyo y no hay ningún certificado de defunción.

— ¡Acabáramos! —resopló Neus—. ¿Acaso usted le conocía?

—Sí.  Éramos conocidos. En realidad, era muy amigo de mi hermano. Su padre no se hubiera ido sin despedirse de él. Y si lo hubiera hecho, al menos le hubiera escrito o llamado para decirle de su paradero. Nunca nos creímos que hubiera decidido marcharse.

—¿Cómo dice? —le preguntó Magali entre asombrada y disgustada.

—Nunca me creí a su madre. Nada más, no quiero seguir hablando del tema. Háganme el favor de firmar aquí, conforme les he leído las últimas voluntades de la difunta y cuando tenga todos los temas fiscales en regla ya las volveré a llamar. Ahora, si no les importa —dijo poniéndose en pie— tengo más visitas.

Ya en la puerta, les entregó una copia del testamento, la dirección del banco y la llave de seguridad, cerrando la puerta ante sus narices.

Se quedaron las dos plantadas y mirándose sin saber qué decir. Bajaron las escaleras y al llegar a la calle Neus explotó.

—¡El muy cretino! ¿Qué se habrá creído? Por poco le lanzo la grapadora.

—Cálmate Neus y no cojas otro cigarrillo, dales un respiro a tus pulmones.

—Pero ¿Cómo quieres qué me calme? ¿Has oído sus insinuaciones? Aquí hay algo que yo no sé y tú sí.  Me lo estás ocultando.

—Mira, lo único que sé es la mala relación entre papá y mamá. Era desastrosa.  Probablemente este hombre lo sepa. Mamá lo denunció varias veces y luego arrepentida, retiraba las denuncias.

—¿Mamá denunció a papá? ¿Por qué? —preguntó encendiendo otro cigarrillo haciendo caso omiso a su hermana.

—Neus… papá le pegaba y a mí en más de una ocasión. Cuando estaba ebrio, que era día sí, día también... era horrible, le teníamos pánico. De todas formas, no entiendo el comentario del Sr. Bertrán respecto a la herencia.      En Catalunya existe el régimen de separación de bienes y si no lo tengo mal entendido, la propietaria era mamá. Si hubieran sido un matrimonio normal, el heredero habría sido él. Pero ella estaba en su derecho de dejar sus propiedades a quien quisiera... como si se las hubiera querido ceder a Fátima. En ese caso, solo hubiéramos podido reclamar la legítima. No entiendo qué ha querido decir. ¿Y una caja de seguridad?

—No tengo ni idea, pero hoy no lo podemos averiguar. Los bancos están cerrados por las tardes. Mañana volveremos antes del mediodía.

De camino al pueblo no volvieron a cruzar palabra. Cada una iba ensimismada en sus propios pensamientos. A Magalí le extrañaba que Neus no recordara las broncas y peleas continuas, antes de la marcha de su padre. Era pequeña, pero no tanto. Ella tenía recuerdos muy nítidos de cuando contaba con la edad de su hermana. Por su parte Neus le daba vueltas al comentario del notario: su madre no era agua clara. "¿Sabía aquel hombre algo más? ¿Acaso sospechaba que la marcha de su padre no había sido voluntaria?". Pensó en Fátima. Era la única que les podía explicar algo de aquel pasado.  Para ella era una incógnita. Su hermana parecía reacia a hablar claro.

A la mañana siguiente, Neus se encontró a Magalí enroscada como un gato en el sillón leyendo. Era el hobby preferido de su hermana. Cuando pensaba en ella, siempre la veía con un libro en las manos. A veces, era obsesivo. Además, se imbuía tanto en la lectura, que podía estar horas en la misma posición. Si pretendías explicarle algo, era mejor esperar a que dejara de leer. De lo contrario o no te oía o te obviaba. A veces, con su madre, jugaban a decirle cosas o se ponían delante de ella, gesticulando y poniendo caras raras, pero era inútil, no se daba por aludida. Las dos acababan partiéndose de risa mientras Magalí seguía absorta en la lectura, sin percatarse de nada. Como la vio tan enfrascada, fue a prepararse el desayuno. Comió un par de tostadas, un café y se quedó mirando la alacena. Era un mueble de madera macizo, con dos armarios en la parte baja y cinco cajones. La parte superior estaba compuesta por varias estanterías. Éstas, llegaban casi hasta el techo. Neus no recordaba la puerta del sótano. Y menos imaginar que pudiera estar detrás de aquel armatoste.

"Si queremos moverlo, hay que vaciarlo", pensó.

 Se puso manos a la obra. De esa forma, se la encontró Magalí: vaciando estantes y protestando por la cantidad de trastos que había en el mueble.

—Neus eres una impaciente, el sótano no se va a escapar.

—Quiero verlo. ¿Por qué tenía mamá tantos cachivaches? ¡Son del año de la Picó! Odio acumular...

—¿Y tiene que ser ahora? —le dijo Magalí haciendo caso omiso al comentario de su hermana.

—Sí. Tengo curiosidad. Anda ayúdame, ya casi está vacío. Vamos a moverlo.

Hicieron un esfuerzo considerable. Por un momento pensaron que la alacena estaba clavada al suelo. En un primer empujón, no se movió del sitio. Después de tres intentos, pudieron separarla unos centímetros y poco a poco la pudieron desplazar a un lado. La puerta del sótano apareció allí, cerrada a cal y canto.

—Voy a traer la llave —comentó cogiendo un cigarrillo.

—¿No pensarás fumar ahí abajo?

—¿Por...?

—Neus, no sabemos cómo puede estar. A ver si provocas un incendio.

—¡Serás exagerada!

Abrir la puerta, fue una ardua tarea. La cerradura estaba tan vieja y oxidada como la llave. Magalí untó ambas con un poco de aceite. Esperaron y entonces la abrieron sin mayor dificultad. Un olor a cerrado, moho y podredumbre invadió la cocina, tirándolas hacia atrás.

—¡Qué asco! No pienso bajar —dijo Magalí tapándose la nariz—. ¡Quieta Neus no des la luz!

Demasiado tarde. La impetuosa de su hermana ya lo había hecho. Se oyeron unos chispazos y unos segundos más tarde saltaron los plomos.

—Menos mal que es de día... ¡Piensa un poco antes de hacer las cosas! Con la humedad de ahí abajo, era de prever —le dijo enfadada mientras iba a ver si tenía que llamar al lampista.

Por suerte, solo se fundió la luz del sótano. Cuando le dio al diferencial todos los electrodomésticos se pusieron otra vez en marcha.

—¿Dónde están las linternas?

Magalí, suspirando con resignación, fue en busca de ellas. Las escaleras crujían con su peso y ninguna de las dos tenía claro que no se fueran a partir bajo sus pies. A medio camino, enfocaron las luces. El suelo estaba inundado. Flotaban varios objetos inidentificables, y entre ellos un sillón podrido.

—Voy a llamar al fontanero, o a los bomberos. Esto se ha de vaciar. El agua puede estar corroyendo los cimientos. No sé cómo mamá ha dejado esto así. Con lo puñetera que era con la limpieza. Esto, es un nido de porquería. ¿Por qué lo debió cerrar?

—Papá tenía aquí su rincón... sus herramientas, su sillón. Supongo que cuando se fue... quiso borrar su rastro.

Tuvieron que venir los bomberos. Tanta era el agua acumulada en el sótano, que la pequeña bomba de succión del ayuntamiento, no sirvió de gran cosa. Ya era de noche cuando acabaron. Dejaron la puerta abierta por recomendación y ellos mismos se encargaron de abrir dos pequeñas ventanas. Éstas, no se veían desde el exterior, por estar cubiertas por malas hierbas.

—Si la cierran, la humedad no desparecerá. Llamen a un fontanero y averigüen por dónde se filtra el agua. Nosotros no lo hemos visto. A lo mejor la fuga es pequeña, pero si llevaba tantos años cerrado... Y, sobre todo, que les miren los cimientos. Pueden estar muy afectados.

Cuando se fueron, estaban las dos agotadas por los nervios pasados y la incertidumbre.

—Parece que hayamos achicado nosotras el agua...

—Vamos a cenar —le dijo Magalí—. Mañana iremos al banco de Sabadell, por lo de la caja de seguridad. Esta mañana he pedido hora con el director. Y por la tarde vendrá el fontanero y un conocido mío del ayuntamiento de Roda. Es arquitecto técnico, les echara una ojeada a los cimientos.

Mientras picoteaban algo fueron hablando de cosas banales, dejando espacios de tiempo entre comentario y comentario, cosa rara en ellas. A ambas les resultaba incómodo, siempre se quitaban la palabra la una a la otra. Ninguna se atrevía a romperlo.   Hasta que Magalí decidió abordar un tema.  Llevaba toda la mañana pensando en cómo abordarlo sin ofender a su hermana.

—Neus, el lunes quiero volver al colegio. No puedo estar más días fuera, ¿Cuántos días te vas a quedar?

— ¿Te molesto hermanita?

—No digas tonterías... Creo que, una vez solucionado el tema del banco, no es necesario malgastar más días de tus vacaciones. Necesitamos volver a la normalidad cuanto antes. No quiero dejar a mis alumnos más tiempo con una sustituta.

—Tú siempre tan considerada... —le dijo encendiendo otro cigarrillo—. Tengo permiso, ya lo sabes. Tenemos que abordar el tema de la casa.

—¿Quieres venderla?

—No. Pero piensa un poco... los terrenos ¿Vas a seguir cultivando tú? Los animales, ¿Cuándo te vas a dedicar a ellos?

— No he tenido tiempo de pensar en todo eso. Yo sola no podré, es evidente. Estoy fuera de casa hasta las seis de la tarde y vuelvo con trabajo. Mamá se encargaba de todo. Puedo contratar a alguien.

—¿Ves cómo no me puedo ir todavía? Y en cuanto a la casa... ¿Qué vas a hacer con seis habitaciones?

—Pues si antes estaba cerradas cuatro, ahora lo estarán cinco.

—¿Has vuelto a pensar en lo qué te dije?

—¿En qué?

—En lo de pedir el traslado y venirte a vivir conmigo a Barcelona.

—No Neus. Yo quiero vivir aquí. Si tu pretensión es vender la casa, lo hablamos y lo hacemos. Yo me iría a Roda de Ter. La ciudad no es para mí, por favor no insistas.

—De acuerdo... no te lo volveré a proponer. Entonces escucha, tengo un plan B.

—¿Un plan B?

—Sí hermanita. Esta casa es muy grande para ti, es preciosa y tiene su encanto. Sería una lástima desprenderse de ella. Podríamos vender los terrenos cultivables y con las ganancias, remodelarla.  La convertíamos en un alojamiento rural. De esa forma, la conservaríamos y al mismo tiempo obtendríamos beneficios. Habilitaríamos la parte superior para las dos y la parte baja para los clientes.

—¿Te vendrías a vivir aquí? Solo me lo puedo imaginar de ese modo. Alguien se tendría que ocupar. Yo no pienso dejar el colegio.

—Eso ya lo hablaríamos cuando llegara el momento, no lo descarto. También se podríamos contratar a alguien. No estoy hablando de un hotel. Solo se servirían desayunos y la mayoría de los productos serían del huerto. Lo conservaríamos. No habría servicio de habitaciones. Los clientes utilizarían la cocina y se apañarían ellos mismos. En el sótano, podría habilitarse ser una amplia zona de juegos para niños y adultos.

— Lo tienes todo muy pensado... ¿Desde cuándo barruntas la idea?

—Desde hoy... ya sabes… soy pin, pan, pum, fuego —dijo volviendo a encender un enésimo cigarrillo.

—Lo pensaré. Antes hay que saber si los cimientos no están dañados. Mañana, cuando venga el arquitecto se lo preguntaremos. Le expones tus ideas y a ver qué dice él.
A la mañana siguiente fueron al banco. El director, todo lo contrario del notario, fue muy amable. Les entregó la caja de seguridad y salió, dejándolas solas en el despacho. En el interior se encontraron varias cajitas de madera tallada y una bolsita de terciopelo rojo. Nada más. Al abrirlas se quedaron perplejas. ¿De dónde habían salido aquellas joyas? No eran muchas, pero por su antigüedad y su tallaje debían de tener mucho valor. En la bolsita se encontraron con otra llave. Neus la cogió y alzándola, se quedó mirando a su hermana interrogativamente.

—Esta vez no sé de donde es... —dijo observándola con atención.

Salieron del banco llevándose el contenido de la caja. Quizás Fátima supiera algo. Decidieron ir a verla y preguntarle. Se quedaron a comer en Roda. Magalí aprovechó la circunstancia, para acercarse al colegio y notificarle a la directora que el lunes se incorporaría a sus clases. Cuando llegaron a la casa, se encontraron al fontanero esperándolas.

—Bueno Magalí, vamos a ver por dónde se filtra el agua.

Al cabo de un rato llegó el arquitecto. Estuvieron los dos un par de horas inspeccionando el sótano. Mientras, las hermanas esperaban nerviosas en la cocina, el veredicto de los dos hombres.

—El agua proviene de un pozo subterráneo. Se ha ido filtrando durante años poco a poco, debido a la dejadez del espacio. Habría que excavar y hacer una canalización

—les dijo el fontanero—. Pero mejor hablen con el arquitecto, igual no es tan simple como lo veo yo. Me voy, de momento no hay peligro. Ya funciona el tema eléctrico. No hará falta utilizar las linternas.

—Habría que hacer catas... Los cimientos pueden están afectados. No lo podré asegurar hasta no tener más datos.

—Y si están afectados… ¿Qué se puede hacer? —preguntaron las dos al mismo tiempo.

—No os lo puedo decir. Cualquier adelanto podría ser erróneo.

Neus le explicó la idea del alojamiento rural y a él le pareció una idea estupenda. La casa, sino estaba para derrumbe, ofrecía un sinfín de posibilidades. Escuchó el proyecto que ella llevaba en mente y él añadió alguna idea más. Mientras tanto, Magalí los miraba y una ilusión crecía en su interior. A medida que iban pasando las horas, aquella idea, aunque en un principio le pareció alocada, podía resultar factible

—Si te parece bien, mañana vendrán dos operarios del ayuntamiento y nos sacarán de dudas —dijo el hombre poniéndose en pie y despidiéndose cariñosamente de Magalí—. Adiós Neus hasta mañana.

— ¡Vaya! a ti un abrazo…  ¡Casi te aplasta! y a mí un "adiós". A este tío le gustas... Si le ha faltado tiempo para acudir a tu llamada. Y mañana los operarios aquí... Como si fueras la alcaldesa. ¿Magalí, me estás escuchando?

—Te estoy escuchando y deja ya de decir tonterías.

—¿Tonterías? A ver, mírame a los ojos ¿Te tira los tejos?

—Sí... Desde hace años.

— ¿Y a ti no te gusta? ¡Pero si está de chupa pan y moja!

—Cuando quieres ser vulgar hablando... ¡Deja el cigarro Neus! tengo los ojos rojos de tanto humo —protestó Magalí poniéndose en pie y dando por terminada la conversación.

Bajaron las dos al sótano. Con luz, aún era más deprimente. Los objetos flotantes, ahora estaban desparramados por el suelo. El sillón, sin patas y con los muelles salidos, era difícil saber su color de antaño. Un banco de trabajo parecía hallarse intacto. Hasta que Neus, por poco se va al suelo al apoyarse en él. Ante el peso se desmoronó con gran estruendo.

— ¡Qué susto! ¿Te has hecho daño?

—No, no... pero no te apoyes en nada, ya ves cómo está todo. Solo se mantiene en pie como una roca es ese armario, parece una copia idéntica a la alacena de la cocina.
Al abrirlo se quedaron con las puertas y los frontales de los cajones en las manos. El resto del mueble siguió en su sitio. Dentro estaba lleno de herramientas enmohecidas.

—Eran de papá. Cuando él vivía en casa, estaban todas colgadas en aquella pared, al lado del banco de trabajo. Mamá las guardaría aquí dentro para no verlas más.

— ¿Y cómo las iba a ver si cerró a cal y canto el sótano?

A la mañana siguiente, se presentaron los dos operarios dispuestos a realizar las catas.

—¿Cuánto creen que pueden tardar? —les preguntó Neus.

—Calcule unas dos horas, también intentaremos ver por dónde se filtra el agua.

—¿Les importa si salimos un momento?

—No, en absoluto, déjeme su número de móvil por si necesitáramos alguna cosa.

—Magalí, llama a Fátima a ver si le va bien que vayamos.

La mujer se alegró al verlas. Preparó una bandeja con café y unas galletas caseras.

—¿Cómo estáis?

—Superando estos días como podemos. Nos llevamos una sorpresa detrás de otra.

—¿Decía algo raro la carta?

—No. Eso fue muy extraño, en ella no decía nada importante. Podía haber sido un tema a sacar en cualquier   momento. ¿Te molesta si fumo?

Magalí miró a su hermana cabreada por el tema del tabaco. Le reprochó la falta de respeto por fumar estando en casa ajena.

—Por eso le he pedido permiso ¿no?

—Venga chicas... no tiene importancia. Explicarme las sorpresas. A ver si os puedo aclarar algo.

Neus le relató el hallazgo de la caja en el armario. El encuentro de la llave, las fotos de los abuelos, y la documentación de su padre. Continuó con la excursión al sótano y la inundación. Terminando con el desagradable recibimiento del notario y la visita al banco.

—¿Qué te parece? ¿Habías visto alguna vez estas joyas? Y la llave, ¿Sabes de dónde puede ser?

—Eran de la madre de vuestro padre. Cuando llegó al pueblo, era su única posesión. Las escondía y mantenía bajo llave. Una vez me las enseñó orgulloso. No entiendo por qué no se las llevó. Vuestra madre nunca me dijo que las tuviera en su poder. En cuanto a la llave… —dijo mirándola detenidamente—no tengo la menor idea.

—¿Sabes el motivo por el cual mamá quitó las fotos de los abuelos? —preguntó Magalí.

—¿No recuerdas nada? no eras tan pequeña...Es curiosa la memoria de las criaturas.

— ¿Recordar sobre las fotos?

—Vuestra madre nunca conoció a sus suegros, pero parecía que vivían en casa. Las fotos estaban expuestas en primera línea, desde el día de la boda. En el zaguán, sobre el aparador. A vuestro padre se le llenaba la boca hablando de ellos, sobre todo de su madre. Según él, era la mejor mujer bajo la capa del cielo, cocinaba, cosía, limpiaba, cantaba y todo lo que se pudiera hacer…lo hacía de maravilla.

 Al principio, era el principal motivo de discusión entre vuestros padres, ya que, alabando a su madre, a la vuestra la tiraba por tierra. Más tarde, las discusiones, peleas y mal vivir vinieron por otras causas. Cuando se fue, tu madre las retiró de su vista. Vuestro padre consiguió que los llegara a odiar, sin ni siquiera conocerlos. Ya tenía bastante con mirarte a ti —dijo dirigiendo la vista hacia Magalí—. Según él eras su vivo retrato, y es verdad, si te fijas bien, tienes sus mismos ojos

—¿Por qué mamá retiraba las denuncias?

—Tu padre era un embaucador, un encantador de serpientes. Siempre con su cháchara endulzada. Le pedía perdón de rodillas y ella volvía a caer una y otra vez. No os podéis imaginar el alivio tan grande que sentí, cuando se fue.

—A mí todo esto me está resultando surrealista —dijo Neus—. Me estoy enterando de cosas que nunca hubiera imaginado.  Explicármelo desde el principio.
Fátima miró a Magalí y ésta asintió bajando los ojos.

En ese momento el móvil de Neus vibró. Los operarios reclamaban su presencia urgentemente. Se los encontraron en la puerta de la casa.

—¿Ya han acabado?

—Tendrían que llamar a la policía.

—¿A la policía? ¿Por qué?

—Vengan. Bajen con cuidado. Acabábamos de coger muestras de terreno y habíamos empezado a seguir el reguero de la filtración. El rastreo nos ha traído hasta esta alacena.

El mueble estaba prácticamente destrozado.  Al intentar moverlo, se desmoronó igual que el banco de trabajo. Sorprendentemente, detrás había otra puerta.

—No podrán abrirla, está cerrada. Pero a través de ese orificio hemos enfocado la linterna y hemos hecho un hallazgo espeluznante.

—¿Espeluznante? —dijo Neus enfocando el halo de luz a través de agujero.

Dejó caer la linterna al mismo tiempo que chillaba. Magalí, asustada abrazó a su hermana

—¿Por qué chillas?

—Ahí dentro hay un cadáver. Creo que ya sé de dónde es la llave de la caja de seguridad. Sube a buscarla por favor, a mí no me tienen las piernas.

La llave encajó en la cerradura. Magalí abrió poco a poco y al igual que su hermana chilló por la impresión. Dentro, estaba el cadáver de una persona. Presumiblemente un hombre, por la ropa que aun cubrían los huesos. Macabramente, un sobre amarillo por el paso del tiempo, se encontraba atado a su cuello.

—No toquen nada y llamen a la policía.

Los mossos de escuadra, se presentaron en menos de media hora. Una vez allí y después de verificar la presencia del cadáver, llamaron al juez de guardia y a una ambulancia. También se presentó la policía científica. Tomaron la mayor cantidad de pruebas posibles y cuando acabaron la juez de Vic, ordenó el levantamiento del cadáver.

Ante tanto movimiento extraño, el pueblo se revolucionó. Pronto aparecieron muchos curiosos. Fátima corrió al enterarse y llamó al Doctor Asensi. El estado de las dos hermanas era lamentable. Después de tomarles la tensión, les administró un par de ansiolíticos. Fátima, se deshizo de los curiosos pidiéndoles amablemente que las dejaran descansar.

Uno de los mossos se acercó a ellas. Portaba en las manos el sobre amarillento, metido dentro de una funda de plástico.

—No sabemos su contenido. Si es de su incumbencia, no se lo podremos entregar hasta que no sea analizado por la científica. Pero… ¿Saben de quien se puede tratar?

—Podría ser nuestro padre —dijo temblorosa Magalí— pero no puede ser… o sí. No lo sé… estoy aturdida.

— ¿Por qué supone usted eso?

—Desapareció hace años. No lo volvimos a ver nunca más.

—En cuanto sepamos el contenido de la carta, les avisaremos. Tendrán que venir a la comisaría de Vic, para hacer una declaración.

—Pero si nosotras no sabemos nada… —dijo Neus fumando compulsivamente.

—Sería lógico que no supieran nada, ese hombre lleva muchos años muerto. Pero son las dueñas de la casa y en su sótano ha aparecido un cadáver.

Fátima las dejó solas en el comedor y se fue a la cocina para prepararles algo caliente para templarlas. Estaba consternada. Tras escuchar el comentario de Magalí no paraba de darle vueltas a su cabeza. ¿Podría ser el padre? Creía de qué no. Pero… ¿y si lo era? Fue tan extraña aquella desaparición repentina, y más, la actitud de su amiga después de que su marido se largara. Fue tan raro que nunca más diera señales de vida. Y, además, ella no lo volvió a nombrar. Con todos esos pensamientos en la cabeza, logró hacerles un plato de sopa. Encontró caldo en el congelador. Tuvo que insistir para que se sentaran a la mesa. Ninguna de las dos hablaba. De repente Magalí, mirando a Neus indignada le dijo:

—¡Eres igual que él!

—¿Qué quién? —preguntó sobresaltada.

—Que papá. Siempre con el cigarrillo colgándole de los labios y apestando todas las habitaciones.

Neus se quedó perpleja ante la salida de su hermana y bajó la cabeza.

—Venga Magalí. Fumar no es bueno, ya lo sabemos, pero Neus no se parece en nada a tu padre, ella es buena y él no lo era. También te pareces tú a él.

—¡Yo! ¿En qué? Si puede saberse.

—En tu pasión irrefrenable por la lectura. Tú padre no hacía más que leer, claro, eso era cuando no estaba borracho. De hecho, solo hacía eso, leer y beber. La finca la llevaba tu madre, era un vago. Y en cambio tú, eres una mujer muy trabajadora, y también le encanta la lectura.

No volvieron a hablar, ni de eso ni de nada. Durante dos días vagaron por la casa como fantasmas. Fátima, no se separó de ellas. Se iba a su casa, una vez que estaban acostadas.

Al tercer día del hallazgo del cadáver, las llamaron de la comisaria de Vic y solicitaron su presencia. La comisaria, una mujer de unos cuarenta y tantos años, las recibió amablemente en su despacho.

—Bien, tras la lectura de la nota, parece que sí. El finado era su padre. Al menos eso es lo escribió su madre. De todas formas, les vamos a tomar una muestra de ADN, para acabar de confirmarlo. Las dejo solas para que la lean. Después volveré para tomarles declaración.

Vilanova, mayo de 1985
 
Dirigido a quien encuentre este cuerpo. Soy Luisa Berenguer y el cuerpo es de Ramón García, mi marido.

Lo he matado, dándole un golpe en la cabeza con una llave inglesa. La encontrarán en la alacena.

No he podido más. Después de sufrir malos tratos, vejaciones y violaciones, he hecho lo que debí de hacer, hace años. Lo he soportado todo, por miedo, por cobarde, por los rumores. Aguanté la humillación. Permití que llegara a abusar de mi hija mayor, no sé cuántas veces. Me hundí al pensar en las consecuencias qué podría tener para ella en el futuro. Pero solo coloqué una llave en su puerta, así no podría volver a entrar. Paró durante un tiempo, en parte porque cada noche cerraba con llave la habitación de Magalí y, además, nunca más volví a dormir profundamente. ¿Por qué hoy? Hoy ha intentado hacer lo mismo con Neus, y lo peor de todo es qué no sé… si ha sido la primera vez. Llevaba un tiempo relajada. Parecía que, abusando de mí, tenía bastante.

Estaba borracho como una cuba y lo he pillado metido en la cama de mi pequeña. Con una fuerza sobrehumana, no sé de dónde me ha salido, lo he sacado de allí casi a rastras. Le he dado empujones, hasta dejarlo delante de la puerta del sótano. Lo he empujado y ha caído dando varios tumbos por las escaleras. Creo que se ha desnucado. No lo he comprobado. Por si acaso, le he atizado en la cabeza con la herramienta. Lo he metido en este armario. Estoy escribiendo esta carta y se la colgaré del cuello. Después, cerraré a cal y canto. Pondré la alacena delante, también bloquearé la entrada al sótano. Nunca más bajaremos aquí.

Mis hijas nunca sabrán nada. No sé lo que han podido oír esta noche. Si me preguntan, les diré que su padre estaba muy borracho y rompió varias cosas causando gran estruendo. Finalmente, les diré que lo eche de casa y que nunca permitiré su vuelta.

Magalí, no podía parar de llorar. Neus, un poco más templada, se abrazó a ella y así estuvieron hasta que la comisaria entró de nuevo en el despacho. Les tomaron declaración y una muestra de saliva, para realizar la prueba del ADN.

—Tenemos pendiente una larga conversación, Magalí. Hay demasiadas verdades ocultas en esta familia.  Necesito saber y que me ayudes a recordar. No sé si mi cerebro lo ha borrado. Después de todo esto, es necesario.  Nuestra salud mental está en juego. Si no, dudo que podamos pasar página y seguir adelante con nuestras vidas — le dijo cogiendo otro cigarrillo—. Mientras, Magalí levantó los ojos del libró y asintió, volviendo después a la lectura. Se había instalado en el sillón, nada más llegar de la comisaría.

Cristina Gracia Tenas (enero 2018).

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Commentarios :

  • user
    Nicolás Puente February 21, 2021 A las 10:22 pm
    Me ha parecido un cuento muy bien desarrollado. Poco a poco se va desvelando el misterio y la sorpresa. Para mí un cuento muy logrado.