Poemas al borde de camino
Libros del CPL Poesía
Prólogo de Viviana Mirta Martínez Domínguez
Voy a ir “donde las olas rompen contra el malecón del recuerdo y anegan de espumas los silencios”, voy a ir a buscar al poeta, al que hace de la metáfora y el símbolo el recurso permanente que experimenta lo acogedor y lo trágico como pulsiones de vida.
Donde las olas rompen, los pliegues del alma se suceden deshaciéndose en versos.
Nicolás Puente tiene la habilidad de colocar al lector “donde las olas rompen”, en una permanente sensación de expectación como si fuera parte de sus filiaciones conceptuales, de modo tal, que la experiencia poética se apodera de la experiencia de vida del lector, y así, en ese juego de versos escritos y versos leídos, los poemas de Puente trascienden la necesidad de expresión de sí mismo para ser la voz de cada uno de sus destinatarios. Tal, por ejemplo, cuando dice: “La ciudad es un grito, / un lamento sostenido, / una llaga abierta / mandando rabia por la herida…” o cuando afirma: “(…) Nada hay del ayer. / Todo es ido hacia un mañana que no existe / y morirá terco / en las playas del olvido. (…)”; y se percibe la amalgama de uno en el otro; y todo queda contenido en los muros del poema y nadie fuera de ese sentir.
La cosmovisión del autor español, que desde hace más de tres décadas reside en Alemania, está conformada por un corpus de diversas figuras literarias de las que hace oficio. Sin abandonar el poema, cómodamente se apodera del interés del lector en relatos breves, en el cuento y la novela, configuraciones estás, en las que su pluma no oculta sus filiaciones estéticas con el ritmo y la metáfora. Por ejemplo, cuando en el cuento Camino a Valladolid señala: “(…) y la mirada oteando las cumbres nevadas…” o cuando en La noche más importante escribe: “El cielo era un ramillete de estrellas brillando en lo alto…” Advertimos que en su universo literario, la poesía precipita con singulares toques, también en la narrativa.
En Poemas al borde del camino, Puente se declara como “…aquel que va muriendo mientras vive / y pierde a cada instante su memoria…”, excelentes versos del soneto titulado: El vendedor de rosas, que como otros versos, de otros poemas, donde destaca la primera persona, basta detenerse, para advertir que el autor dibuja sobre su yo el perfil de cualquier hombre pleno de sentimientos que percibe el mundo detrás de lo irreversible cotidiano: “el luto de las palabras” y aquellos paisajes del espíritu que nuestro autor sabe que “mueren ausentes de esperanza”. (....)
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