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De complicé, luna

Narraciones de la Comunidad

Encogida frente al portal, la presencia de Luna me alumbra, y yo me acurruco ante su luz cálida. No encuentro la llave.  Una especie de congoja, que atenaza mi garganta, me va bajando por el pecho, despacito, despacito, adentrándose hasta los latidos de mi corazón.

En su inocencia, esta luna reluciente parece ignorar mi pesar, y cómo no habría de ignorarlo, si distancias galácticas me separan de ella. Para mí, subir a ella es un imposible; para ella, bajar hasta aquí es el fin del mundo. Por eso, sola frente a mi portal, no dudo que, en mi concepción utópica de un mundo animado donde la naturaleza me habla y la luna me mira, todo lo imposible es posible.

Vuelve la angustia a mi pecho, a pesar de que tengo la pequeña llave entre los dedos. Abro ansiosa la puerta y dejo entrar tras de mí la luz cálida de mi Luna. Entramos las dos bajo el dintel de la puerta, angustiada yo, vergonzosa ella, hacia esa casa de techos bajos y ventanas pequeñas por donde, de cuando en cuando, se cuela un gato blanco y negro con una mancha pequeñita en la nariz: es el gran sabedor de todos los secretos de mi cocina.

Pasamos al salón, nos sentamos una al lado de la otra, serenas ya por la confianza mutua. Fuera, el viento sopla, con una brisa que presagia lluvia, y temo por Luna, y que de repente tenga que marcharse en pos de la sombra de una nube. Ella también teme, y tengo miedo de que en un segundo aparezca la tormenta, la suya y la mía; que, de golpe, las puertas se abran y llegue como una tromba de agua imparable ese pensamiento sombrío de muerte, que grita dentro de mi cabeza creando destemplanzas.      
Entonces lloraré, como llora Luna atrapada tras la cárcel de las nubes, y gritaré que quiero ser libre, que quiero escapar de una vez por todas y no regresar.

Recorreré los senderos que llevan hasta el río, bajaré las escaleras del embarcadero y buscaré la barca amarrada a la argolla. Quizás Luna sea mi cómplice, si la dejan las nubes; quizás yo sea la suya, si se esconde bajo la capa brillante del día. Y así, las dos juntas, logremos huir río abajo, hasta llegar al mar, donde ella lucirá bajo la luz que se apaga en mis ojos, en una eterna noche brillante.

Carmen Hinojal Amores

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Commentarios :

  • user
    Nicolás Puente 21/02/2021 A las 22:23
    Una hermosa alegoría