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Entrevista a Elisa Vázquez Martinez

Entrevista

La autora, Elisa E. Vázquez Martínez, es Diplomada en Educación Infantil y Doctora en Filosofía por la Universidad de Murcia. Nacida en Ponferrada, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria docente en la Región de Murcia, trabajando en Educación Infantil en colegios públicos y siendo coordinadora en varios grupos de trabajo en educación compensatoria y Atención a la Diversidad. Ha realizado varias publicaciones conjuntas en materia educativa. Ha escrito poesía infantil, álbum gráfico y artículos especializados. Autora de libros de literatura infantil como Doña Chancleta y el cohete-lavadora, La pócima mágica, Regreso a Montecorona, El reino de Úlber y Amapola y la luna. Últimamente ha regresado a la poesía sobre cuadros que ella misma pinta. Hoy hablamos de su última novela: Vivir del viento.

Soy feminista pero el feminismo nunca debe entenderse como una lucha entre hombres y mujeres ni muchísimo menos.

Nicolás Puente: —Hay una frase que con la que quisiera empezar porque me parece realmente muy interesante: “En la mirada de los niños todo es nuevo asombroso y emocionante los adultos perdemos gradualmente esa capacidad de sorpresa ante las cosas y nos acostumbramos a ver nuestro entorno nuestra realidad de forma rutinaria y práctica desprovista del misterio”. Teniendo la cita en cuenta, esta frase tuya, vamos a volvernos hoy un poco niños y escucharte. Vamos a comenzar investigando en tus orígenes de pequeña ¿Qué pensabas o qué te hubiera gustado ser o que te gustó ser?

Elisa Vázquez: —De pequeña me gustaba y me hubiera gustado, ser pintora fíjate tú. De hecho, me dedicó a pintar. Ahora pinto, como afición siempre me gustó. Muy pronto empecé a querer dar clase. Me gustaba la docencia. Soy la mayor de los primos y cuando nos veíamos, reunía a todos los pequeños y les daba clases, les contaba historias. Siempre me gustó la docencia y tuve la suerte de poder dedicarme a la profesión que siempre me había gustado de verdad.

N.P.: —Tienes algún momento especial para escribir a lo largo del día, algún lugar especial.

E.V.: —Me gusta escribir por las tardes. Después de las cuatro o las cinco de la tarde me gusta empezar a escribir. Es curioso, no tengo un lugar especial para escribir. Mi salón es salón comedor. Es un poco amplio. En él tengo una zona de escritorio. Para escribir nunca me aíslo. Mi casa no es muy bulliciosa. No hay niños pequeños desafortunadamente y entonces no hay mucho alboroto. Pueden tener la tele puesta, puede haber música, pueden moverse por la casa… Para escribir no me aíslo físicamente, me aíslo mentalmente. Para mí es muy fácil. Me concentro y me aíslo de todo y no me entero de lo que ocurre alrededor. Escribo en el salón y suelo escribir por las tardes normalmente.

N.P.: —¿Cuántas horas más o menos escribes al día? ¿Escribes todos los días?

E.V.: —Por épocas. Hay temporadas que no escribo cada día. Cuando estoy de lleno con algún proyecto, sí; con alguna novela o algún libro infantil o juvenil, sí. Entonces suelo escribir, aunque tampoco muchísimo, pero suelo escribir por ejemplo tres o cuatro horas, a lo mejor varios días dos horas y luego algún día más. Pero cuando escribo ya tengo normalmente casi la historia pensada, es decir, a lo mejor a escribir dedico dos horas un día, pero a pensar bastante más. Eso lo hago más por la noche: pensar, tomar apuntes de los personajes, de las acciones, etc. a mano. Quizá le dedico más tiempo. En realidad, mucho más si juntas lo que dedico a pensar la historia y personajes, etc. con lo que luego me pongo ante el folio a escribir.

N.P.: —¿Te atreves a definirse a ti misma como escritora?

E.V.: —Me puedo definir porque ahora, con esta novela, es el octavo libro que tengo publicado. Entonces si tengo siete para infantil y juvenil que además son libros, no es algo ilustrado, es novela, entonces claro, ya te tienes que ir creyendo que eres escritora porque has escrito y has publicado. Pero me da mucho respeto. Fui una gran lectora de pequeña, y si sigo siendo muy lectora, pero vamos a mí el el mundo del personaje y del escritor me parece algo muy elevado, poco habitual. Lo tengo muy encumbrado. Eso de considerarme escritora… aprendiz de escritor en todo caso, porque se sigo aprendiendo.

N.P.: —¿Escondes alguna cosa de ti cuando escribes?

E.V.: —Seguro que sí, seguro que algo escondo. Pero también pongo mucho. Por ejemplo, los libros infantiles muchas veces están basados en hechos reales. Mis novelas, lo que escribo para los niños, a veces están inspiradas en algún alumno que he tenido. Siempre cuento a los chavales, cuando tengo los encuentros con el autor en los colegios y me preguntan: ¿Con qué personaje te identificas? Respondo: en la pócima me identifico con Flamo que es un dragón. Todos los personajes tienen algo mío. Flamo es un personaje al que le gusta decir palabrotas. Cuando era pequeña me gusta decir palabrotas. Los escritores, aunque tratemos de ocultar cosas, siempre ponemos muchísimo de nosotros mismos. No es necesario que sea autobiográfico. Para las caracterizaciones de los personajes y algunas anécdotas nos surtimos de nuestra forma de ver el mundo, por ello ponemos mucho personal y, bueno, alguna cosa seguro que escondemos. Alguien dijo, no sé si fue García Márquez, que se escribía para que nos quisieran. Entonces siempre deseamos aparecer ante nuestros lectores como mejor de lo que somos. Damos nuestra mejor cara y ocultamos quizá lo malo. [...]

N.P.: —Cuando tú hablas de tus raíces, porque siempre las mencionas o muchas veces las mencionas, te refieres a ti misma ya tu literatura como berciana. Podrías explicar un poco esto.

Flamo es un personaje al que le gusta decir palabrotas. Cuando era pequeña me gusta decir palabrotas. Los escritores, aunque tratemos de ocultar cosas, siempre ponemos muchísimo de nosotros mismos.

E.V.: —Pienso que la infancia nos marca a todos muchísimo. A mí la infancia me encanta. De hecho, creo que me queda un poco o bastante de esa época de mi vida. Fui muy lectora como te decía. Creo que el paisaje nos marca. Las personas y el paisaje más importante en la vida, en la trayectoria de una persona, creo que es el paisaje de la infancia. Es donde se aprende a comer, a querer, a mirar el mundo, lo que decíamos antes. La verdad es que el Bierzo es un lugar mágico, un lugar privilegiado para comer y beber: Un mundo maravilloso. Los aromas, por ejemplo, ahora que estamos en otoño. Recuerdo ir por la calle en Ponferrada mismo, no digo ya nada en los pueblos de alrededor, pero en la misma ciudad, que no era muy grande, pero tiene cierta el número de habitantes, olía a entera a pimientos asados. En la época de los magostos, donde se asaban las castañas, con los cucuruchos... De eso no te puedes escapar nunca. Siempre te quedan los aromas, la gente, las costumbres, las tradiciones que hay en tu localidad. La tierra en la que he tenido la suerte, tú igual, de nacer y vivir, crea unas raíces muy mágicas. Aporta esa magia a lo que a lo que escribo. No queda otro remedio. Creo que es así. aunque luego cambies de paisaje, vivas en otros sitios que también te llenan y te gustan, e incluso formen parte de ti. Pero el territorio de la infancia me parece fundamental en el desarrollo de las personas. [...]

N.P.: —Vamos a pasar a tu última a la última novela a Vivir del viento y en ella hay una frase que de alguna manera varias veces se repite y es: Papá ¿soy guapa? Es esa la clave de la novela.

E.V.: —Puede que lo sea porque esa fue una de las cosas que más me impactó cuando vi la noticia. No quiero desvelar de qué va la novela, pero si decir un poco de qué trata. Trata de los ataques de ácido a las mujeres y concretamente de los que ocurren de forma muy frecuente en india. Cuando estaba leyendo la noticia me di de bruces con la frase que tú has dicho. La pronuncia una chica, una joven que fue agredida con ácido por su padre. Le destrozó el rostro. En este cado mantiene su pelo. Algunas a veces lo pierden. En este caso todavía puede peinarse. A pesar de lo que le ha hecho, le pregunta a su agresor, con el que se ven obligadas, tanto la madre como ella, a vivir a ver si está guapa. Me pareció tan brutal… Quizá pueda ser la clave de la novela o por lo menos la clave para empezar yo escribirla. Recuerdo que cuando leí la noticia empecé a escribir ya de una manera casi inmediata. Sin pensarlo empecé a escribir la historia porque me la podía creer. Puede ser clave.

La tierra en la que he tenido la suerte, tú igual, de nacer y vivir, crea unas raíces muy mágicas. Aporta esa magia a lo que a lo que escribo. No queda otro remedio. Creo que es así. aunque luego cambies de paisaje, vivas en otros sitios que también te llenan y te gustan, e incluso formen parte de ti. Pero el territorio de la infancia me parece fundamental en el desarrollo de las personas.

N.P,; —¿Piensas que hay mujeres que tienen dos maridos?

E.V.: —En este caso lo digo simbólicamente. La protagonista se da pronto cuenta de que ese hombre con el que se ha casado, que por cierto se casó de una manera digamos como suele pasar todavía en muchos lugares del mundo, por un acuerdo. Ella no conocía a su marido prácticamente. Lo había visto y tal, pero el matrimonio lo acuerdan los padres Se dio cuenta que muy pronto de que ese marido bebía. Suele ocurrir con muchos maltratadores de acuerdo a lo que yo he investigado sobre el tema. Uno que es cariñoso que te pide perdón, que te quiere, que te quiere proteger, ahí en lo de proteger hay mucha trampa también, y otro que agrede, por ejemplo. En ese sentido lo dice. Se da cuenta pronto de que tiene dos maridos.

N.P.: —¿La cara, el rostro de una mujer cuesta ochenta céntimos?

El enemigo es el asesino, el enemigo es el que el maltratador. No por el hecho de ser hombre vas a ser maltratador o asesino ni culpable por principio

E.V.: —Ochenta céntimos cuesta la botella del ácido que se le arroja. Las organizaciones están luchando para que esto no ocurra, para que se endurezcan las leyes. Una de las cosas que han pedido y que han ido consiguiendo a través de leyes nuevas es que cuando compre alguien una botella de este tipo de ácido, que se registre el nombre de quien ha sido el comprador por si con ella se agrede a alguien, sobre todo a mujeres. En ese sentido sí que cuesta ochenta céntimos. Las operaciones para recuperar algo de todo el daño causado, son muchísimo más caras, como se puede imaginar cualquiera, y son más difíciles, sobre todo en un país que también lo nombró en la novela porque también me impactó mucho, en un país digo donde dejan que te duela si no tienes dinero para pagarte un calmante.

N.P.: —Encontraste algún hombre bueno?

E.V.; —¡Si! Soy feminista pero el feminismo nunca debe entenderse como una lucha entre hombres y mujeres ni muchísimo menos. En la novela hay mujeres muy maltratadas. No sólo está la protagonista, sino que luego la protagonista en su camino, se va encontrando con otras personas, otras mujeres que lo han pasado igual o peor que ella. La idea puede parecer, y es verdad, que muchas de esas mujeres ya no quieren ver a un hombre ni en pintura. Lógicamente no les tienen miedo, les tienen rechazo total. Pero tanto la protagonista como otras y otros perso-najes que aparecen en la novela llegan a decir, y es que yo lo pienso así, no todos los hombres son así. Claro que hay hombres buenos, normales que sí ayudan a las mujeres y que de hecho han fundado la ONG. Lo han hecho para intentar sacar a estas mujeres de su miseria. Entonces siempre, a la hora de reivindicar justicia, debemos acordarnos que el hombre no es el enemigo. El enemigo es el asesino, el enemigo es el que el maltratador. No por el hecho de ser hombre vas a ser maltratador o asesino ni culpable por principio. Esa es la idea de Stop Acid Attacks. Cuando leí la noticia, creo que fue en el año 2018, en un suplemento dominical y empecé a escribir y una vez que empiezas a escribir tienes que empezar a investigar también y saber de qué va todo aquello. Entonces me encontré con que está esta asociación esta ONG, que, por cierto, fundó un hombre ayudado luego por su mujer que fue atacada también por acido. Lo que intenta es hacer e ayudar a estas mujeres que una vez que han sido atacadas tienen muchísimos problemas. Uno de ellos es que está mal visto que denuncien a su agresor porque está mal visto que las mujeres denuncian a sus maridos. Luego los problemas de quedar ya señaladas para siempre: No pueden ir a trabajar, no pueden salir de casa… La situación es terrible.

Puedes ver aquí la entrevista completa.